Aprendiendo de mi miedo a los ‘buenos vecinos’, los ‘policías de balcón’
Por Charo Rodriguez. 62 años. Madrid. En camino.
Estos días ha aparecido un nuevo miedo en mi. El miedo a los buenos vecinos. Los que ahora se creen los guardianes de la salud pública.
¿Qué motivo puede tener una persona a insultar, incluso golpear a otra porque está en la calle? ¿Puede ser que esté tan asustada, que esta situación le resulte tan difícil, que no pueda ver más allá de su propio malestar, de su propio sufrimiento?
Creo que si. Y al pensar en ellas como personas asustadas y que están sufriendo, el miedo se cambia en impotencia. Lo que no es un buen cambio para mi. Cuando mi sensación de impotencia se encuentra con el miedo agresivo del otro no tardo en volverme violenta. Se despierta lo peor de mí. Empiezo a ver al otro como un estorbo desechable y mi razonamiento va detrás de esa forma de verle. ¿Qué se puede hacer con alguien que no quiere razonar? Y mis emociones van detrás de mi pensamiento y… No quiero seguir por ahí. ¿Qué puedo hacer YO con alguien a quien el dolor le impide razonar? Solo una cosa: mirarle intentando, queriendo, ver el dolor que se esconde detrás de la agresividad, comprenderlo. Justo lo que no hace esa persona.
Y me encuentro que no estoy preparada para mirarlo así. Puedo acoger y comprender distintos tipos de dolor, pero el dolor que se mezcla con el miedo y se expresa con agresividad, no es uno de ellos. Me doy cuenta de que nunca he podido mirar con serenidad ese dolor. ¡Y es tan importante! ¡Tan necesario! ¿Si la agresividad del otro me lleva a mi a la agresividad, donde vamos? No puedo impedir que el otro reaccione como lo hace, pero sí puedo elegir como reaccionar yo. Y si mi elección me lleva a empezar un camino no explorado hasta ahora, bueno, eso sí está en mi mano. Es mi responsabilidad. Parece ser que es verdad eso que dicen, que los otros son nuestro espejo y están ahí para enseñarnos algo. Y mi miedo a vuelto a mostrarme el camino.