Pensando sobre el miedo desde la inteligencia emocional

Por Charo Rodriguez. 62 años. Madrid. En camino.

Desde el punto de vista de la inteligencia emocional, de la biología y ahora de la neurociencia, el miedo, como todas las emociones, es una de las herramienta  de que nuestro organismo dispone para situarse y responder a la realidad de la mejor manera posible, para ayudar a nuestra supervivencia y desarrollo.

Cada emoción tiene una función, la del miedo es señalarnos un peligro y preparar el cuerpo para una respuesta adecuada: a nivel fisiológico la aceleración del ritmo cardíaco, de la respiración y la producción de adrenalina y noradrenalina son algunos de los efectos. El cuerpo ya está preparado para la acción, bien sea la de pelear o la de huir, según convenga.

¿Qué pasa cuando el «miedo» nos paraliza?

Es necesario distinguir entre miedo y angustia, ansiedad, pánico.  En el miedo el motivo de peligro está ya presente, es concreto y hay una respuesta posible; y la sensación de amenaza y la activación del organismo van disminuyendo hasta desaparecer cuando desaparece el peligro que las puso en marcha. En la angustia y ansiedad el peligro no es conocido, ni está presente ni tiene nombre, por lo que no es posible una respuesta. Son un estado de inquietud constante que, por su indefinición, escapan al control humano. El pánico sobreviene cuando un peligro lo juzgamos insalvable.

El miedo es una emoción que responde a, y señala, una situación real. La angustia y la ansiedad, incluso el pánico, son estados mentales, más que con la realidad tienen que ver con nuestro pensamiento. Hay peligros insalvables, pero cuando los miramos con objetividad, sin añadidos de nuestros pensamientos, también vemos la respuesta sin paralizarnos y las emociones cumplen su función: el miedo es sustituido por la tristeza y nuestro cuerpo se prepara para la respuesta adecuada: aceptar, y el proceso que esa aceptación necesita.

Tanto en la inteligencia emocional como en la neurociencia hoy se piensa que la dificultad que a veces tenemos con las emociones se debe a que no las gestionamos de manera efectiva. Para esta gestión una de las cosas necesarias es llamar a cada cosa por su nombre y mantenernos objetivos observando la realidad. 

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