El coronavirus y el ataque del miedo

Viernes, 13 de Marzo 2020, 3 de la madrugada.

Miedo. Tengo miedo. De repente tengo miedo. Estoy cagada de miedo. Tanto que no puedo apagar la cabeza, tanto que no puedo dormir. Tengo miedo. Me suben ideas a la cabeza, fantasmas, pensamientos, horrores, una, otra y otra. No los puedo parar. Tengo miedo. De repente tengo miedo. Para mi hoy fue el día en el que ha cambiado todo. Entró el virus en mi corazón.

El virus parecía lejos

Por la mañana, cuando me levanté todavía no me había llegado. Todavía no. Todavía mi vida era normal, mi normalidad, mi lucha de todos los días. Lo del virus me parecía una entre tantas, igual que las anteriores, todas estas olas de pánico que vienen y se van, lo normal. Cómo lo de la gripe A o lo de las vacas locas, escándalos que rulan por ahí, a los que les dan mucho bombo, que parecen más de lo que son. Lo que mantiene el pueblo entretenido, distraído, asustado. Y también el pueblo mismo asustándose. Lo de siempre. Claro que me habían llegado mensajes, sobre China, sobre Estados Unidos, Italia, Madrid, incluso de algún caso de aquí cerca. Y sí, me había dado cuenta de que algo era diferente, de que los medios estaban hablando aún más del tema que otras veces. Tanto que me hacía comprensible el miedo que vi en algunos. Pero esta mañana todavía estaba convencida de que a mi no me iba a llegar. Es parecido a una gripe, me decía, ¿y quién se asusta por una gripe? Hay enfermedades más peligrosas que esta, solo que las tenemos más vistas. ¿Por qué asustarme por este virus? Todos los días, a cada momento hay gente que muere por tantas causas y no es noticia. ¿Por que de repente esto sí? ¿Qué hace al coronavirus tanto más peligroso como para recibir tanta atención? Esto me preguntaba. No me quería dejar asustar. Yo no. Es el pan de cada día, me decía. Los bulos, la exageración, la manipulación de siempre. Nos han mentido tanto, todos, no me toca a mi. Soy inmune al miedo.

Esto fue ayer, hoy por la mañana. Todo normal, la vida en su curso.

Invasión repentina

Y de repente empezaron las cancelaciones. Una participante del taller de esta tarde se desapunta por el virus. El club deportivo cancela las actividades. Los colegios se cierran. Mi ponencia la semana que viene se cancela. Y mi charla este Sábado. El club deportivo comunica que se cierran todos los polideportivos locales. Cuándo llego al local donde tengo el taller están cancelando todas las actividades planificadas. Todas. Tienen que cerrar y así no saben como cubrir los gastos. Están cagados de miedo, temblando. Llamo a una compañera y me cuenta que todas sus actividades también fueron canceladas.

Y al taller vienen dos de seis. El resto falta. Hablamos. Hablamos del miedo, del miedo cómo enfermedad. De cómo nos da miedo lo que están haciendo. Del control de los gobiernos. De como hay que resistir. No dejarse vencer por el miedo. No parar toda la vida, que esto puede hacer más daño que el virus mismo. Que hay que resistir al miedo. Fue un momento bonito, de unión, de encontrar fuerza entre nosotras. Un momento fugaz.

Llego a casa. Hablo con mi pareja. Del miedo, de la enfermedad. De cuanto han cambiado las cosas para nosotros este día. Todos nuestros planes se han caído. Han parado nuestra vida. Parado. Y jode. No nos dejemos asustar. Pero es real. El juego ha cambiado. Todo nuestro marco de acción, de movimiento ha cambiado de un día para otro. ¿Cuál será el impacto social? ¿Cambiará nuestra forma de relacionarnos? ¿Y qué pasará con la gente cuyo trabajo depende del turismo? ¿De la hostelería? ¿Qué pasará en los barrios dónde la gente depende del trabajo precario? ¿Y con aquellos que trabajamos por cuenta propia? ¿Cuál será el impacto? Miedo. Da miedo.

Abro el ordenador, empiezo a investigar. Empiezo por redes sociales. #yosimequedoencasa sale una y otra vez, una y otra vez. Sé responsable, buen ciudadano, cívico, quédate en casa, sigue las ordenes. No solo lo dicen las noticias, lo dice la gente amigos, amigas, conocidos y no conocidos. De repente casi todos están cantando la misma canción. Quedate en casa. Luego noticias. Busco cosas que me parecen fiables, que ni huelen a pánico ni a teoría de conspiración. Leo. Virus por aquí, virus por allá, contagio, expansión, síntomas, muertos… Paso horas y horas con el virus. Miedo. Me causa miedo. Me puede el miedo. Me ataca la razón.

Y la sensación cambió

La razón me dice que no sabe, que ya ha visto tanto bulo que no se fía de ninguna fuente. De ninguna. Que hay tanta información contradictoria, parcializada, cambiante, que hay tantas posibilidades que no sabe. No se decide. Está confusa.

Pero da igual. Porque ya el virus me ha llegado al corazón. A la tripa. Tengo miedo. Ya se desató la bestia dentro de mí. Y me suben miles de escenarios posibles para el futuro: Sueños apocalípticos, de que se muera media humanidad. De que todo esto es una manipulación para vender fármacos. De que va a colapsar el sistema y que tendremos que volver a las cuevas. De que es un bulo para asustarnos, meternos en casa, adoctrinarnos para el nuevo orden mundial. De que el impacto será peor que el 2008, de que los empobrecidos aún estarán peor… Miles de ideas me pasan por la cabeza, una persigue la otra, empiezan a discutir. Todas posibles, alguna más que otra. Esto dice la razón. Pero la razón no importa, su voz es bajita. Tengo miedo. Y es él que esta gritando en mi cabeza con voluntad propia. Me quiere comer la cabeza. El miedo.

Cómo he leído por algunas partes: el miedo es más peligroso que el virus. Nos puede destrozar de verdad, multiplicar los daños que causa el virus. El virus del miedo. Un segundo virus que está rulando por los aires, que también se contagia, que no ataca a nuestro cuerpo sino a nuestro espíritu. Un segundo virus con muchos peligros. El virus del miedo.

Es verdad. Es verdad. Lo sé. ¿Pero cómo lo combato? ¿Qué hago? ¿Cómo lo controlo? ¿Cómo controlo mis propias tripas? Y me ha entrado así en un solo día, con esto recién empezando. Nos esperan semanas, quizás meses con esto. Noticias, muertos, encierro. Esto va a ir a más. ¿Cómo puedo resistir al virus del miedo si ya el primer día me ataca así? ¿Qué hago con esto?

Y vosotros, vosotras, ¿qué tal lleváis al miedo? ¿Lo sentís dentro o fuera? ¿De qué? Hablemos del miedo que sentimos, a ver si hablando nos logramos proteger.

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